BOANERGES

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domingo, 18 de julio de 2010

LA FANTASIA EN EL ARTE

       Pincelo el horizonte con los toques suaves de mis palabras: las casas, los ríos… hoy el cielo es azul. Me encuentro con ánimo. Sí, las frases del cielo me salen todas azules. Retoco el lienzo a golpes de palabras, de silabas… pinceladas de música que se incrusta en las montañas, en el viento dulce brisa, en los acordes brumosos del mar… beso tu cara con mil colores y muerdo tú boca con la ternura de mis labios, ¿Y por qué no? me gusta. Pinto flores con notas musicales. Me encanta. Música en mis poesías y bellas palabras en el lienzo rugoso de mi mente.
       Pluma, batuta, pincel… qué más da, el caso es amar donde los sentidos se pierden en el razonamiento lógico de las cosas. Pintar con palabras los versos musicales que jamás se hayan escrito. Copular con el alma, con el espíritu, con la carne… besar el pensamiento con las bellas artes. El éxtasis de sentir que la belleza eyacula inmaculada en tu corazón. ¿Un sueño surrealista? tal vez. Libre soy, y libre es mi entelequia. Miles de quimeras preñadas de miel endulzan mis entrañas. Un parto a cada instante, a cada segundo… los hijos nacidos en cada renglón, a veces torcidos, beben a tragos cortos la leche negra de mi imaginación. Dormidos en mi pecho, acarician mi mirada hasta el amanecer. Cierro los ojos, y recuerdo que la noche sigue en mi mente. Cierro los ojos, y la noche me trae el hálito que da sentido a mi vida. Parirte a golpe de versos hasta la extenuación no es suficiente. ¿Y después qué? Y después te amo. Y después te beso. Y después te sueño. La mañana es bella ¿Y por qué no? Hoy el cielo es azul como mis sueños.
Boanerges.-

jueves, 15 de julio de 2010

Quienes somos y a dónde vamos.-


       En que camino está mi alma ocupando el espacio de mi cuerpo abierto. No lo encuentro. No lo veo. Deshojándome estoy como la margarita en manos del viento.
       ¿Dónde estoy? ¿Dónde está mi cuerpo? Posiblemente en el mismo espacio o tal vez en diferente puesto. Manos invisibles que teclean y me hablan de otros sueños, de unos sueños yertos, invisibles. Unos sueños que fabrican mis manos esculpiendo palabras a golpe de un teclear sin descanso en un mundo de ser o no ser. En un mundo de... te quiero y más te quiero.
       ¿Buscan mi alma…? Tal vez. ¿Buscan mis besos…? Tal vez. Perdido me encuentro dentro de una burbuja de palabras perfectas y de felices cuentos. Sin saber por qué, días tras días sigo tecleando toc, toc… y mis palabras como una aldaba mágica llama a tus sueños. O más bien... lo golpea. O más bien... le susurra. En cuantas puertas he llamado. Cuantos caminos he abierto. O son más los caminos andados. O son más los caminos perdidos por la frialdad de mis manos. A veces no sé a qué jugamos. A veces no sé por qué seguimos delante del teclado. Por qué regalamos nuestros sueños a la primera de cambio. Por qué nos alegramos de sentir esos besos si no sentimos los labios. Por qué nos encanta sentir las caricias si no sentimos los abrazos. En la pantalla del ordenador miramos con las palabras sin percibir lo que transmite una hermosa  mirada. Por qué deseamos tanto esa vida si es un mundo imaginario.
       Luis Ramos Figueroa.- Boanerges.-

PERDIDO EN SIERRA MORENA

       Hola. Tenía ganas de perderme en la naturaleza por espacio de más de dos semanas Concretamente llevo un mes por sierra Morena, y la voy a prolongar siete días más. Desconectarme por completo de todo: tele, ordenador, reloj, móvil… En lugares recónditos perdidos en la memoria. No lo tenía previsto, pero algunos compromisos fallidos de visitas por el sur, me llevaron a replantear mis vacaciones y la verdad ha sido un acierto. Intentaré hablaros un poquito de todo, resumiéndolo al máximo.
       Comencemos por los arroyos, en sus nacimientos y travesías. Son ríos pequeños sin famas, sin renombres para darle visibilidad en los mapas, que aparte de los lugareños nadie conoce. Sus encantos, a parte de sus bellezas, radica en mantenerse perdidos, casi vírgenes por falta de visitantes. Mucho mejor y que dure. Sentirme aislado en la naturaleza como un auténtico Robinson Crusoe, o casi. Aguas súper frías que salen de las mismísimas entrañas de la tierra que te quitan el sofocante calor de golpe, al igual que un susto por sorpresa quita-hipos. Murmullos de pequeñas cascadas hipnotizadoras de mentes, que atraen tu mirada soñolienta a perderte en los sueños. Arroyos serpenteantes que juega al escondite entre la arboleda: aparece aquí y luego un poco más allá. De vez en cuando un baño que relaja todos tus sentidos. Te carga las pilas y te deja como nuevo. Mejor balneario terapéutico imposible. Había olvidado el bienestar de vivir en pleno contacto con la naturaleza y no sentirme invasor ante ella, aún siéndolo. ¡Una pasada!
       Entremos ahora en el mundo de los conventos perdidos en las montañas, en la nada, donde se respira una paz inmensa. El silencio es profundo, ensordecedor. Tus palabras es mejor dejarlas aparcadas en tu mente para no enturbiar el aire cristalino y limpio que voltea la espiritualidad de tu alrededor. Aparte de ti, a nadie le interesa lo que piensas. Mejor estar callado. El estado puro y místico de los religiosos/as prevalece sin discusión a todos tus conocimientos envenenados traídos de fuera, de las urbes vanguardistas y recreaciones diversas a cual más variopintas y viciosas: fiestorros, sexo, alcohol, dinero, drogas, salidas nocturnas, competencias laborales, discusiones familiares y un etcétera de imperfecciones interminable. ¿Quién soy yo para intoxicar las mentes de estas personas que consagran sus vidas a Dios alimentando su austeridad con la devoción más absoluta? La verdad en mi respuesta es que no, que no soy nadie para quebrar de muchedumbre sus pensamientos carentes de maldad o expulsadas de ellas por voluntad divina, y más, si no comparto con ellos y con ironías, sus anhelos de sacrificios.
       Estuve con los religiosos unos días disfrutando de una forma de vivir que al ser extraña lo noté en mi interior bella, única… bajo el embrujo que dá un silencio total y absoluto, dónde sólo se habla con la mirada y la mente, y si puede ser hazlo despacito, aquí las prisas no tienen razón de ser porque el tiempo se encuentra parado.
       Consciente soy que esta no es mi pasión a pesar de su humilde grandeza. En la vida, cultivamos más el ego, la vanidad, el orgullo… que la sinceridad, la sencillez, lo modesto… no podemos en nuestra rutina social, en dejar de sentirnos padres Damianes: ombligos del mundo y centro del universo. Por eso es bueno sentir de vez en cuando en nuestros pensamientos, dosis de humildad que baje nuestra arrogancia, del pedestal vomitivo que lo tenemos, y elevados sin el más mínimo pudor en grados superlativos. En unos días marcharé de aquí, llevándome mi mierda mental conmigo mismo y toda mi basura diarreica. Lo tengo que dejar todo como me lo encontré: inturbable... con su “status quo” excepcional y puro. Un silencioso furtivo en campo ajeno que intenta por todos los medios no dejar huella alguna. De momento creo que mi estancia entre los monjes ha sido tan efímera que en horas será olvidable. Al menos eso espero.  
       Vayamos a los pueblos y aldeas pequeñitas, fantasmales diría yo, a no ser por la vida de varias familias que mantienen la zona viva, con un latir lento, casi parado, parecía todo muerto en apariencia, grata sorpresa al estar lejos de la realidad. Personas que se quitan las gorras y se inclinan al hablarte con una educación y humildad exquisita en modales. Aquí al igual que en los conventos, intento hablar lo menos posible. Dejo que ellos lleven las riendas de la conversación a su manera, a su forma de ser y de sentir. Me dejo llevar como niño que necesita ser reeducado en lo básico, en lo elemental. Soy el extraño invitado fuera de su habita, y el escuchar me enriquece y no sabéis bien de qué manera. Mis palabras sin querer, pueden zancadillear la sencillez de estas personas que en su estado humilde son más grandes que yo en todos los sentidos. El calor y el afecto de cariño que dan al desconocido, son impagable con dinero, y no digamos de sus comidas caseras, todo natural como ellos. Tan sabrosos que me he engordado unos kilitos, seguro, je, je, je, bienvenidos sea en nombre del buen yantar y de mejor compañía.
       Una anécdota curiosa: Eran las tres de la tarde pasadas. Venía de un pueblo llamado Repilado, y me encontraba casi muerto de hambre, así que paré en una pequeña aldea de pocas casas llamada la China cerca del pueblo de Galarosa. Encontré una señora en un portal, y le pregunté por un sitio cerca para comer y me dijo sin pensarlo dos veces: “aquí mismo” -señalando su casa-. Sorprendente e inesperado. Prosigo: la comida exquisita, casera y nunca mejor dicho en todo los sentidos. La compañía de ella y su marido mucho mejor que la comida. Dos personas encantadoras. Después de cuatro horas de charlas y risas, no me quisieron cobrar nada. Al despedirme sin que me vieran, les dejé un pequeño detalle. No desvelo el detalle para que no me señaléis de ingrato a su hospitalidad. Sé que no debía de haber dejado nada, pero mi corazón y mi conciencia me llevó la contraria. A lo que iba: ese detalle de invitar a comer en su casa a un desconocido, deja entrever la singularidad e inocencia de estas personas. El lugar afortunadamente no es campo de cultivo para la maldad. Aun no existe, no ha llegado a sus vocabularios, ni a sus vidas, ni a sus mentes.
       Toca el turno al paisaje de montaña. Al no ser punto de referencia vacacional se mantienen intactas sin el acoso masivo de gente. Son montañas serranas con lomajes suaves y simples, que no destacan por sus picos elevados y majestuosos que se pierden en el cielo. Aquí las montañas te dicen: tómame, soy tuya. Montañas serranas que las puedes ver de cerca, y de lejos, la puedes respirar, hablar, caminar… no son ningún cinco, o seis u ocho miles, de los catorces que hay en el mundo, que son grandes estrellas temáticas, y famosas que sólo puedes ver de lejos, en postales, en la tele, y que sólo disfrutan algunos privilegiados alpinistas de lujos. Ni tampoco son nuestros tres miles, picos inaccesibles a nuestros pies. Aquí en sierra Morena te codeas con la montaña, es la compañera que notas cerca, como una amiga que le puedes tocar las manos mientras tomas una cerveza en la terraza de un bar y mirarle a los ojos cuando se habla de nuestras cosas. Si tengo que elegir, no tengo dudas: prefiero estas montañas como compañera de viaje.
       Prosigamos por mis andaduras en localizar cuevas con leyendas, de esas que te invitan adentrarte en sus profundidades en busca de esa magia, que expandida por el boca a boca de las personas que la cuentan con pasión, que al final dudas de lo real, y vives la historia como tal vez su protagonista la sienten en sus sueños y desean que tú también lo sienta de igual manera: vivas, reales... la magias, las brujerías, los encantamientos, los amores imposibles, los duendes, los tesoros escondidos en sus entrañas… cuevas para todos los gustos y sensibilidades. Miles de leyendas e historias que cuelgan en sus finales con interrogantes mágicos sin respuestas lógicas porque no las hay. Entre todas, me quedo con la leyenda de la cueva de la mora encantada de Villanueva del Duque, serranía norte de Córdoba. Caló hondo en mis sentidos hasta el punto que no he podido evitar escribir sobre ella. Tranquilo que no lo voy a contar ja, ja, ja, no sufráis. Por hoy ya esta bien de torturas. Resumiendo: si las montañas tienen vida, sus entrañas cargadas de historias aún más.
       Lo peculiar de todo esto es, que son lugares que no vienen en ningún mapa, qué eres tú quien lo tiene que descubrir adentrándote en las vidas de las personas conformes llegas a un lugar. Son ellos los que te invitan gustoso a vivir sus tesoros y leyendas que encierran sus pueblos. Son ellos los que tienen las llaves de historias inimaginables envueltas en halos fantasiosos y bellos como sus vidas. Es fácil, sólo tienes que bajarte del masificado autobús borreguil turístico y caminar a pie, entre ellos, como uno más. El silencio es primordial, el saber escuchar es la base que radique tal vez tu éxito o tú fracaso. Primero debes saber ¿qué busca?, ¿qué quieres?, ¿y qué te pide el cuerpo? Si busca paz, no vayas a una fiesta, si busca diversión, no vayas a un convento o aldea pequeñita perdida en la montaña. Es obvio, la lógica aplastante ¿verdad? Pues eso, hay gente que aún así, no lo tienen claro.
       Llevo más de un mes y lo que me queda. Mi retina y mi mente están llenas de vida. Voy de aquí para allá sin rumbo, perdido como los lugares que visito. Estoy disfrutando de lo lindo. Hoy he hecho una excepción para transmitiros mis vivencias. Tal vez no debía de haberlo hecho hasta terminar mis vacaciones, pero el mono a vosotros/as a podido más que mi abstinencia purificadora de desconexión total. ¡Hay que joderse lo frágil que es mi voluntad pedorrera!.
       Os adjunto algunas fotos. Espero que os lleguen bien.-

Fdo. : Luís Ramos Figueroa.- Boanerges.-