BOANERGES

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domingo, 2 de enero de 2011

DERECHO AL PATALEO

En el diccionario, dando igual a que le lengua pertenezca, el término –Libertad– suelen expresar lo siguiente: “la facultad de decir o hacer cuanto no se oponga a las leyes y a las buenas costumbres”. ¿Quién establece en una sociedad las buenas costumbres y las correspondientes leyes para que se respeten y no se sobrepase el límite de lo moralmente establecido? La respuesta es bien sabida por todos de quiénes son los que establecen esos límites.

--En los años que llevamos de democracia pasito a pasito, a pequeños giros de tuercas y con suaves toques para no pasarse de rosca y crear innecesarias alarmas sociales, Los gobernantes nos han impuesto un sin fin de normas y leyes buscando esos niveles europeístas de buen comportamiento y perfección, y en ocasiones van más allá convirtiéndose en querer ser más papista que el Papa, y lo que es peor: alardean antes sus colegas europeos en la explotación y control de masas a niveles de sumisión casi total, dejándonos sólo el derecho al pataleo. Ya no hablo de cómo nos exprimen a impuestos y en recortes sociales, sino también en la permisividad del estado en la subida de precios al consumo básico: luz, gas, butano, alimentos… tema muy delicado que dejaré para otra ocasión. Estoy hablando de esas reglas de comportamiento que nos afectan en el vivir cotidiano, las que nos delimitan por su lógica antisocial aplastante, a la libertad del día a día y una situación de asfixia casi total.
--¿Democracia? ¿Libertad? ¡Sí, las que quieras!, siempre y cuando sigamos el estrecho sendero que nos marcan sin salir ni un centímetro de él, o pagarás las consecuencias bajo las correspondientes sanciones.
--¡Libertad! Qué gran palabra en la historia de la humanidad. Inmensa parcela mordida a trozos por un aluvión de famélicas bocas gobernantes ávidas del orden perfecto. Por supuesto como ya he dicho, hablo de esas leyes que dictan y manejan a la sociedad de a pie, de vivir como autómatas, como corderos, y que afectan nuestra forma de ser en las rutinas del quehacer diario: conducir, comer, beber, disfrutar, trabajar, relaciones y actitudes sociales de todo tipo. Estas normas y reglas que en muchas ocasiones son abusadoras –Las cuales no las expongo porque serian interminables y que más o menos todos sabemos a grandes rasgos cuáles son– y que nos afectan directamente, suelen ser muchas de ellas barrotes que enjaulan nuestras libertades delimitando nuestros movimientos e intentan cambiar el carácter que por naturaleza tenemos.
--A todo nos acostumbramos. Ya se sabe. Qué remedio queda. Sucumbir o huir. Pero creo que no es justo que paguemos todos por el exceso de unos pocos. Por lo visto como no se puede o no se quiere castigar a esos alumnos desenfrenados, se generaliza y se castiga a la clase entera. Al margen de esos ciudadanos que se salen de tono en su comportamiento, hay gobernantes intransigentes, intolerantes e interesados, que miran más la tesorería del estado aplicando sanciones a diestros y siniestros a la totalidad de los ciudadanos y ciudadanas, justificándolos en el nombre del orden total, y de camino con buen fin para ellos, llenan las arcas del Estado a costa del bolsillo de las personas, convirtiendo al estado, en una empresa privada a la que hay que sacar el máximo rendimiento posible. Si para ello hay que anular el bienestar social de sus habitantes, pues nada, sin problema, anulemos dichos privilegios.
--Siguiendo con la generalización del tema, y repetirlo para dejarlo bien claro, no dejan de poner freno al bienestar individual o colectivo que poseemos por propia naturaleza por mediación de reglas y sus sanciones. Es como quitarle el sonido a la sonrisa. A este paso, y pongo un ejemplo drástico y exagerado, que esperemos nunca llegue ¿sancionaremos en un futuro a los padres cuyo bebé llora en la madrugada porque molesta a sus vecinos? ¡Por supuesto que molesta!, pero de ahí a sancionar lo que trae la propia vida como el llanto de ese bebe, las risas de los niños, los juegos, las alegrías, el sentimiento de libertad, las tradiciones populares con siglos de existencias… y que las normas consuetudinaria de usos y costumbres existentes no sirven para defendernos ¡¡Por Dios!! A dónde llegaremos con tantas leyes que casi pone en tela de juicio hasta el aire que respiramos.
--Que las personas incívicas que suelen estar fuera de la Ley se identifiquen con mis palabras, es normal. Para ellos, menos Ley es igual a más caos y a más actos delictivos. Ahora bien, lo que no es tan normal que las personas de orden que somos la mayoría, notemos el ahogo por la presión que nos someten con tantas normas y Leyes en nuestro vivir diario. ¿Irnos a un país que se asemeje al nuestro con menos leyes opresoras? Posiblemente sería la solución, o bien seguir con la resignación de aguantar con la libertad en su mínima expresión, y caminar de por vida, por una estrecha línea sin salir de ella por miedo a las sanciones, y tener nuestras libertades sujetas y anuladas dentro de lo que podríamos calificar de una dictadura democrática del orden perfecto. Lo peor de todo, (y da igual el gobernante de turno) que casi a diario con el cuidado de no llegar a pasarse, siguen dando giros a la tuerca de la no-libertad y refuerzan la mordaza que silencia y anulan el bienestar de nuestras vidas.
--Mi voz en este caso, no es propia de mi exclusividad mental y partidista, es el fruto de mis escuchas en los supermercados, en los bares, en el trabajo, en la calle… no invento nada, están ahí. Las Leyes son necesarias. Esta cuestión es indiscutible. Pero muchas de ellas, las que afectan, inquietan y conmueven las sensibilidades y conciencias de la mayoría de las personas, son las que se deberían de hacer escuchando las inquietudes de la ciudadanía en sus formas de ser y de vivir, y no en los fríos despachos escuchando el ego del partido, y en muchos casos basado únicamente en la ambición recaudatoria, o para callar las bocas de sectores minoritarios e intransigentes que prefieren matar al perro para acabar con la rabia, en vez de sanar al animal para terminar con su enfermedad. No es mi intención fomentar la desobediencia civil, pero si gritar un ¡¡basta ya!! En un futuro, cuál sería el gran paso: un chip dentro de nuestros cuerpos que analiza todos y cada uno de nuestros movimientos, incluidos los más íntimos. Cámaras por doquier controlada vía satélite que observan si nuestros pasos son los adecuados. Ciencia ficción dirían mucho. Tal vez. De todas formas si en un futuro por desgracia se diese ese extremo, espero no vivir para entonces.
--Luís Ramos Figueroa.-

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